martes, 18 de octubre de 2016

Una HEROÍNA anónima...

"Su nombre no saldrá mañana en el periódico,
ni al mediodía su rostro en la televisión;
pero les aseguro que mi amigo es un héroe
de esos que dan su vida por amor..."

En los años que llevo de vida he tenido la dicha de reconocer a muchos héroes anónimos. Personas que pasan desapercibidas, pero cuyas obras hablan por ellas, sus acciones son auténticos actos de heroísmo. En esta ocasión quiero hablarles de una heroína, una mujer con una historia de vida fascinante, una mujer que con acciones pequeñas y significativas marcó mi vida...

Hace poco más de un mes, llegaba de estar unos días en la playa y al conectarme recibí un mensaje en el que una amiga me contaba que Sor María Wachtler había fallecido. ¡No me lo esperaba! Mi corazón se entristeció profundamente porque no he conocido hasta ahora una persona que con tan pocas palabras me haya enseñado tanto... 

Sor María nació en Austria y huyendo de la guerra su familia se refugió en Alemania donde creció. Allí su hermano mayor decidió hacerse sacerdote y al poco tiempo ella también quiso ser religiosa porque veía que la congregación donde se formaba su hermano tenía una forma distinta de hablar de Dios. Si, ¡él se preparaba para ser salesiano!

Con la orientación de su hermano, se puso en contacto con las Hijas de María Auxiliadora y tiempo después profesó como religiosa. Su impulso misionero le condujo a pedir a sus superioras que la enviaran a tierras de misión y vino a parar en Venezuela en el año 1965. Por un momento trato de imaginármela en medio de personas tan distintas a ella, intentando comunicarse y no dejo de admirar su audacia y valentía. 

Luego de unos meses en Caracas, fue enviada a Amazonas, a una misión que nacía: La misión Salesiana entre los Yanomami. Tierras desconocidas, personas desconocidas, costumbres desconocidas y allí estuvo ella auxiliando a los indígenas, primero a nivel sanitario con sus amplios conocimientos en el área de enfermería y luego, como toda una educadora salesiana, aprendiendo la lengua Yanomami para poder educarles y formar la generación de hombres y mujeres capaces de dar calidad de vida a sus comunidades. 

Son muchas las experiencias que se pueden vivir en 50 años y más cuando se trata de un lugar tan mágico como el Alto Orinoco, sin embargo quiero mencionar algunas anécdotas que en mi vida han inmortalizado a Sor María en un año que fue único para mi y el último de su misión en esta tierra.

Cuando tuve la oportunidad de vivir en el Alto Orioco, la casa que me recibió fue su amado Ocamo, allí me esperó sor María con sus especiales galletas de "Yuvía" y una refrescante limonada que me hizo sentir en casa. Había ordenado el que sería mi cuarto, había preparado una cena especial... ¡Me dio la bienvenida como lo hace una madre a la mejor experiencia que he vivido hasta ahora!

Durante esos días celebramos 50 años de su llegada al puerto de la Guaira y cuando vio el detalle que habíamos colocado en el comedor, dijo: "No creí que se fueran a acordar, ni siquiera yo lo recordaba". La humildad y la sencillez eran su sello de santidad.

A los pocos días de estar allá debíamos visitar las comunidades del Alto Ocamo y allí sus palabras volvieron a tocarme: "Vayan ustedes, aunque quisiera, ya mi cuerpo no da para esto..." Si había una mujer que amaba visitar las comunidades más lejanas ¡Esa era sor María! y aún así reconociendo su limitación, dormía sola las noches en las que nosotras debíamos ir a animar la labor educativa que allá llevan a cabo quienes en un momento fueron sus alumnos; sus palabras me hicieron asumir con mayor responsabilidad el trabajo que fuera a desempeñar.

En los Yanomami los medicamentos no surtían el mismo efecto si eran entregados por cualquiera de nosotros que si eran entregadas por Sor María, su amabilidad y la familiaridad con la que trataba a las personas eran su mejor medicina.

Para la celebración de una noche alegre, como una penitencia, pedimos al equipo al que ella pertenecía dramatizar el encuentro de Don Bosco con Garelli, que marcó el inicio de la obra Salesiana y cómo en su equipo sólo había un caballero para representar a Don Bosco, ella hizo el papel de Garelli. Jamás podré olvidar esa representación; para Sor María no había reto grande, era una mujer diseñada para superar cualquier expectativa.

Son varias las vivencias que compartimos y quien me lea podrá preguntarse ¿Qué tienen estas anécdotas de heroico? ¿Que hay de heroísmo en la vida de Sor María? Mi respuesta: hizo de lo ordinario algo extraordinario; hizo de su vida un pan que alimentó y dio vida a un pueblo indígena que hoy es cristiano, que valora sus orígenes y no descansa hasta obtener las condiciones para vivir dignamente; fue una mujer totalmente desprendida de los reconocimientos humanos, un alma inmensa y libre capaz de entregarse en favor de los demás por puro amor...

Las tarde que recibí aquel mensaje me movilicé y a la mañana siguiente, con un gran amigo, fui a su funeral, no éramos más de 20 personas en aquella capilla caraqueña. Una heroína anónima, que se pasó como se dice de Jesús "haciendo el bien" y cuya entrega sólo es conocida por los venezolanos que habitan en las riveras del Orinoco... 

¡Gracias Sor María por tu entrega, por tu valentía, por tu amor!
Que en esta Semana Mundial de las Misiones tu testimonio de audacia y entrega misionera sea para muchos cristianos un motivo para hacer de sus vidas un pan que parte y se comparte...
Un abrazo hasta el cielo, el paraíso prometido, dónde sé que habitas disfrutando la presencia de Jesús.


PD: Aprovecho de compartirles un video que las Hijas de María Auxiliadora han cargado en YOUTUBE con algunas imágenes de nuestra heroína: