Si se normalizan las cosas, será normal también el hambre: deberías ir acostumbrándote a que los productos dupliquen su valor semanalmente, a que tu alacena nunca se llene, olvídate de tus "gusticos". Si se normalizan las cosas será normal el popular "amanecerá y veremos".
Si se normalizan las cosas, será normal también que te enfermes, porque como no ingieres los nutrientes que tu cuerpo requiere pues "el sueldo no te da", lo más probable es que también tu salud se deteriore cada día más.
Si se normalizan las cosas, será normal también que no puedas responder ante cualquier eventualidad de médica: olvídate de llegar a una farmacia para comprar la medicina que requieres, ni pienses que podrás hacerte todos los chequeos, menos en la posibilidad de pagar un tratamiento. Si todo se normaliza, confórmate con la crisis hospitalaria que vivimos.
Si se normalizan las cosas, será normal también la inseguridad. Si, más. Olvídate de tener un celular y una laptop para ir a clases, olvídate de la posibilidad de estar tranquilo en el cine mientras tu carro está en el estacionamiento del centro comercial, ni pienses que podrás volver de noche a tu casa, ni siquiera tengas la certeza de que regresarás. Si se normaliza todo, será normal que te sigan atracando, que vivas con los nervios de punta; será normal que te quiten la vida mientras vuelves del trabajo.
Si se normalizan las cosas, será normal que no anheles más que el pan de cada día. Será normal que vivas eternamente en casa de tus papás porque no tienes como adquirir una vivienda, deberías acostumbrarte a que el alquiler de tu habitación aumente mensualmente, no sueñes con la posibilidad de tu propio vehículo, ni pienses en la posibilidad de tener ninguna propiedad. Si se normalizan las cosas no tendrás nada, todo será del Estado y será normal también la miseria.
Si se normalizan las cosas, será normal ver desasistidas las áreas hermosas destinadas al turismo. Olvídate de ir al Roraima o de contemplar de cerca la caída de agua más alta del mundo, Margarita será un lujo inaccesible, nada de paseos a ver la nieve en Mérida. Si se normalizan las cosas el único boleto aéreo que anhelarás es el de salida y sin retorno, serás considerado traidor si buscas mejorías básicas, será normal decir en tierras extranjeras "Yo nací en Venezuela, pero no puedo regresar".
Si se normalizan las cosas será normal que tus hijos estudien para guardar el título en una gaveta o para enmarcarlo en un cuadro que sirva de adorno en la sala de tu casa, mientras sale a ejercer la economía informal, mientras se rebusca haciendo cualquier cosa menos aquella en la que es un profesional. Si se normalizan las cosas será normal también el conformismo, la frustración, la depresión e incluso la muerte.
Si se normalizan las cosas, será normal también sobrevivir.
Lo siento, yo no quiero acostumbrarme a lo que pareciera "NORMAL" y por mi parte nada se normaliza hasta que no amanezcamos con nuevos gobernantes, nueva propuesta de país; aquí nada se normaliza hasta que no tengamos una nueva VENEZUELA.
Entre lápices, risas y canciones...
Porque así transcurre mi vida...
martes, 16 de mayo de 2017
viernes, 30 de diciembre de 2016
Para el 2017: E Q U I L I B R I O
Concluye un año fantástico de principio a fin. Este ha sido un año profundamente marcado por las grandes aventuras, cargado de sentimientos; un año que me deja una visión muy amplia de la vida y un mar de rostros impresos en el corazón. Mi 2016 ha sido, sin duda, un enorme regalo del creador. Sin embargo, lo más significativo ha sido el valor que he aprendido a darle a la palabra EQUILIBRIO.
En física, equilibrio es el estado de un cuerpo cuando las fuerzas que actúan en él se compensan, sin embargo, hablando en ámbitos sociales, equilibrio se refiere a la sensatez en el actuar de una persona y también a la ecuanimidad en cuanto a los juicios que emite. En otras palabras, podemos decir que una persona es equilibrada cuando es capaz de actuar con prudencia y moderación en cualquier ámbito en el que se desarrolle su vida.
Podrían preguntarme ¿qué descubriste en esa palabra para darle tanto valor? Con toda responsabilidad puedo decir que yo aprendí a reconocer en mí personalidad las desproporcionadas inclinaciones hacia una cosa o a otra. El camino recorrido me ha permitido reconocer que en ocasiones por dar relevancia a algunos aspectos de mi vida, descuidé otros que son igual de importantes.
Claro está, hoy no puedo afirmar que soy una persona equilibrada, pero el primer paso está dado. He reconocido que debo cambiar algunas actitudes, hay paradigmas que romper, hay estructuras que desmontar, hay corazas que ablandar y lo más importante hay apertura y disposición para todo ello,
No puedo más que invitarte a ti, que has leído estas líneas, a compensar en tu vida aquellas fuerzas desproporcionadas. A dejar de aferrarte a una relación improductiva, a renunciar a ese trabajo que tanto descontento te produce, a dedicar un poco más de tiempo a tu familia, a encontrarte con ese amigo al que tienes tiempo que no ves, a hacer eso que siempre has querido pero no te has arriesgado, a quererte y consentirte con aquello que tanto te gusta, a buscar a Dios en la calle tanto como le buscas entre las paredes del templo, a aceptar las diferencias del otro, en fin, A SER TÚ MISMO.
Mi mayor deseo es que todos hallemos el equilibrio que tanto necesitamos para ser FELICES.
¡Bienvenido 2017!
¡Feliz año nuevo!
martes, 18 de octubre de 2016
Una HEROÍNA anónima...
"Su nombre no saldrá mañana en el periódico,
ni al mediodía su rostro en la televisión;
pero les aseguro que mi amigo es un héroe
de esos que dan su vida por amor..."
En los años que llevo de vida he tenido la dicha de reconocer a muchos héroes anónimos. Personas que pasan desapercibidas, pero cuyas obras hablan por ellas, sus acciones son auténticos actos de heroísmo. En esta ocasión quiero hablarles de una heroína, una mujer con una historia de vida fascinante, una mujer que con acciones pequeñas y significativas marcó mi vida...
Hace poco más de un mes, llegaba de estar unos días en la playa y al conectarme recibí un mensaje en el que una amiga me contaba que Sor María Wachtler había fallecido. ¡No me lo esperaba! Mi corazón se entristeció profundamente porque no he conocido hasta ahora una persona que con tan pocas palabras me haya enseñado tanto...
Sor María nació en Austria y huyendo de la guerra su familia se refugió en Alemania donde creció. Allí su hermano mayor decidió hacerse sacerdote y al poco tiempo ella también quiso ser religiosa porque veía que la congregación donde se formaba su hermano tenía una forma distinta de hablar de Dios. Si, ¡él se preparaba para ser salesiano!
Con la orientación de su hermano, se puso en contacto con las Hijas de María Auxiliadora y tiempo después profesó como religiosa. Su impulso misionero le condujo a pedir a sus superioras que la enviaran a tierras de misión y vino a parar en Venezuela en el año 1965. Por un momento trato de imaginármela en medio de personas tan distintas a ella, intentando comunicarse y no dejo de admirar su audacia y valentía.
Luego de unos meses en Caracas, fue enviada a Amazonas, a una misión que nacía: La misión Salesiana entre los Yanomami. Tierras desconocidas, personas desconocidas, costumbres desconocidas y allí estuvo ella auxiliando a los indígenas, primero a nivel sanitario con sus amplios conocimientos en el área de enfermería y luego, como toda una educadora salesiana, aprendiendo la lengua Yanomami para poder educarles y formar la generación de hombres y mujeres capaces de dar calidad de vida a sus comunidades.
Son muchas las experiencias que se pueden vivir en 50 años y más cuando se trata de un lugar tan mágico como el Alto Orinoco, sin embargo quiero mencionar algunas anécdotas que en mi vida han inmortalizado a Sor María en un año que fue único para mi y el último de su misión en esta tierra.
Cuando tuve la oportunidad de vivir en el Alto Orioco, la casa que me recibió fue su amado Ocamo, allí me esperó sor María con sus especiales galletas de "Yuvía" y una refrescante limonada que me hizo sentir en casa. Había ordenado el que sería mi cuarto, había preparado una cena especial... ¡Me dio la bienvenida como lo hace una madre a la mejor experiencia que he vivido hasta ahora!
Durante esos días celebramos 50 años de su llegada al puerto de la Guaira y cuando vio el detalle que habíamos colocado en el comedor, dijo: "No creí que se fueran a acordar, ni siquiera yo lo recordaba". La humildad y la sencillez eran su sello de santidad.
A los pocos días de estar allá debíamos visitar las comunidades del Alto Ocamo y allí sus palabras volvieron a tocarme: "Vayan ustedes, aunque quisiera, ya mi cuerpo no da para esto..." Si había una mujer que amaba visitar las comunidades más lejanas ¡Esa era sor María! y aún así reconociendo su limitación, dormía sola las noches en las que nosotras debíamos ir a animar la labor educativa que allá llevan a cabo quienes en un momento fueron sus alumnos; sus palabras me hicieron asumir con mayor responsabilidad el trabajo que fuera a desempeñar.
En los Yanomami los medicamentos no surtían el mismo efecto si eran entregados por cualquiera de nosotros que si eran entregadas por Sor María, su amabilidad y la familiaridad con la que trataba a las personas eran su mejor medicina.
Para la celebración de una noche alegre, como una penitencia, pedimos al equipo al que ella pertenecía dramatizar el encuentro de Don Bosco con Garelli, que marcó el inicio de la obra Salesiana y cómo en su equipo sólo había un caballero para representar a Don Bosco, ella hizo el papel de Garelli. Jamás podré olvidar esa representación; para Sor María no había reto grande, era una mujer diseñada para superar cualquier expectativa.
Son varias las vivencias que compartimos y quien me lea podrá preguntarse ¿Qué tienen estas anécdotas de heroico? ¿Que hay de heroísmo en la vida de Sor María? Mi respuesta: hizo de lo ordinario algo extraordinario; hizo de su vida un pan que alimentó y dio vida a un pueblo indígena que hoy es cristiano, que valora sus orígenes y no descansa hasta obtener las condiciones para vivir dignamente; fue una mujer totalmente desprendida de los reconocimientos humanos, un alma inmensa y libre capaz de entregarse en favor de los demás por puro amor...
Las tarde que recibí aquel mensaje me movilicé y a la mañana siguiente, con un gran amigo, fui a su funeral, no éramos más de 20 personas en aquella capilla caraqueña. Una heroína anónima, que se pasó como se dice de Jesús "haciendo el bien" y cuya entrega sólo es conocida por los venezolanos que habitan en las riveras del Orinoco...
¡Gracias Sor María por tu entrega, por tu valentía, por tu amor!
Que en esta Semana Mundial de las Misiones tu testimonio de audacia y entrega misionera sea para muchos cristianos un motivo para hacer de sus vidas un pan que parte y se comparte...
Un abrazo hasta el cielo, el paraíso prometido, dónde sé que habitas disfrutando la presencia de Jesús.
PD: Aprovecho de compartirles un video que las Hijas de María Auxiliadora han cargado en YOUTUBE con algunas imágenes de nuestra heroína:
lunes, 29 de agosto de 2016
Ser BUENO no es sinónimo de ser IDIOTA...
Hay una frase que anda por allí en varias imágenes en las redes, desde el primer momento llamó mi atención y es que, a mi juicio, encierra una enorme verdad... Se las dejo:
Para el pensamiento del común denominador de la gente, pareciera que si eres bueno tienes que callarte cuando ves algo con lo que no estás de acuerdo, sólo para mantener una aparente "PAZ". Pareciera que no tienes derecho a irte de rumba de vez en cuando y gozar la vida porque todo lo que es del "MUNDO" es malo. Pareciera que si eres bueno, tienes que tener una actitud sumisa frente a las autoridades aún cuando estas estén abusando, de una forma o de otra, de las personas que tienen a su cargo. Pareciera, incluso, que debes dejar de pensar en ti y trabajar para ti porque, en tu bondad, te debes absolutamente a los demás.
La segunda parte de la imagen reza "...ser bueno es una virtud que algunos idiotas no entienden" Y con la disculpa por delante si alguien llegase a ofenderse ¡ES ASÍ!... Ser bueno para nada significa callarse, abstenerse, ser sumiso o tener la autoestima baja. Ser BUENO significa tener una inclinación natural a hacer el bien. Es ayudar al otro, aún cuando el otro no sea consciente de que lo ayudas; significa alzar tu voz si es necesario para defender al que no es capaz de alzar la suya; ser bueno es tener una postura firme y decidida frente a lo que es injusto; ser bueno es aportar a la vida del otro pensando también en la tuya porque en la medida de que tu vida es plena, puedes hacer que el otro encuentre la propia plenitud.
Ser bueno es amar a DIOS y reproducir su imagen, la de Jesús: un Jesús que caminaba llevando palabras de aliento pero que de vez en cuando se apartaba para orar y descansar porque se amaba a si mismo; un Jesús que sanó a diez y, aunque esperaba la gratitud de los diez, aceptó que hacer el bien es dejar al otro en la libertad de volver o no; un Jesús que alzó su voz cuando se percató de la confusión enorme de los mercaderes en el templo; un Jesús que multiplicó el vino y los panes cuando fue necesario porque estaba atento a lo que necesitaban los que le seguían; un Jesús que comprendió y corrigió las metidas de pata de sus discípulos, que perdonó a la adúltera, que hablaba sin miedo, aún cuando le amenazaban de muerte...
¡DISCÚLPEME PERO NO! Ser bueno no es ser idiota, no es ser tonto, ni dejarse manipular. Y si usted piensa que, por ser cristiana, mis virtudes deberían conducirme a ello, definitivamente usted no ha comprendido la profundidad del valor de la BONDAD...
Annerys G
29/08/2016
Para el pensamiento del común denominador de la gente, pareciera que si eres bueno tienes que callarte cuando ves algo con lo que no estás de acuerdo, sólo para mantener una aparente "PAZ". Pareciera que no tienes derecho a irte de rumba de vez en cuando y gozar la vida porque todo lo que es del "MUNDO" es malo. Pareciera que si eres bueno, tienes que tener una actitud sumisa frente a las autoridades aún cuando estas estén abusando, de una forma o de otra, de las personas que tienen a su cargo. Pareciera, incluso, que debes dejar de pensar en ti y trabajar para ti porque, en tu bondad, te debes absolutamente a los demás.
La segunda parte de la imagen reza "...ser bueno es una virtud que algunos idiotas no entienden" Y con la disculpa por delante si alguien llegase a ofenderse ¡ES ASÍ!... Ser bueno para nada significa callarse, abstenerse, ser sumiso o tener la autoestima baja. Ser BUENO significa tener una inclinación natural a hacer el bien. Es ayudar al otro, aún cuando el otro no sea consciente de que lo ayudas; significa alzar tu voz si es necesario para defender al que no es capaz de alzar la suya; ser bueno es tener una postura firme y decidida frente a lo que es injusto; ser bueno es aportar a la vida del otro pensando también en la tuya porque en la medida de que tu vida es plena, puedes hacer que el otro encuentre la propia plenitud.
Ser bueno es amar a DIOS y reproducir su imagen, la de Jesús: un Jesús que caminaba llevando palabras de aliento pero que de vez en cuando se apartaba para orar y descansar porque se amaba a si mismo; un Jesús que sanó a diez y, aunque esperaba la gratitud de los diez, aceptó que hacer el bien es dejar al otro en la libertad de volver o no; un Jesús que alzó su voz cuando se percató de la confusión enorme de los mercaderes en el templo; un Jesús que multiplicó el vino y los panes cuando fue necesario porque estaba atento a lo que necesitaban los que le seguían; un Jesús que comprendió y corrigió las metidas de pata de sus discípulos, que perdonó a la adúltera, que hablaba sin miedo, aún cuando le amenazaban de muerte...
¡DISCÚLPEME PERO NO! Ser bueno no es ser idiota, no es ser tonto, ni dejarse manipular. Y si usted piensa que, por ser cristiana, mis virtudes deberían conducirme a ello, definitivamente usted no ha comprendido la profundidad del valor de la BONDAD...
Annerys G
29/08/2016
domingo, 21 de agosto de 2016
DAR MÁS: Voluntariado con sello Yanomami
Voluntad viene del latín voluntas que significa “querer” y se refiere a la capacidad humana de hacer cosas de manera intencionada. Se puede tener voluntad para hacer cualquier cosa, sin embargo normalmente se usa esta palabra para indicar deseo de hacer algo más, de ir más allá de lo común. Así mismo, un voluntario es aquel que pone su voluntad, su querer, al servicio de una tarea específica siendo capaz de dar más de lo que se requiere.
La familia Salesiana ofrece, a quienes lo deseen, la oportunidad de hacer una experiencia de voluntariado laical acorde a sus necesidades personales, sociales y pastorales. En mi caso, he realizado una experiencia invaluable, una de esas que marcan la vida para siempre, una vivencia comunitaria de servicio a nuestros hermanos de la “periferia”, un voluntariado con sello Yanomami.
Pudiesen ustedes comenzar a imaginarse las maravillas naturales que desde el primer momento comencé a admirar: un río ancho y sereno capaz de simular un gran espejo que refleja el intenso azul del cielo y las escasas nubes que se forman en el firmamento del Amazonas; una densa selva que pinta de verde cualquier espacio de suelo al que dirijas la mirada y que provee frutos abundantes para alimentar la amplia y variada fauna que se aloja entre tantas ramas; un sol candente capaz de secar, en ocasiones, el amplio caudal del río Orinoco; un grandioso paisaje digno de reconocimiento universal, un pedazo de paraíso dentro de la frontera venezolana.
Lo que quizás no se imagina un ciudadano venezolano común es que tanta belleza no es más que el “empaque” que envuelve una realidad valiosísima. Adentrarse en la majestuosidad de nuestra selva es también descubrir la riqueza de una cultura que vive y crece allí, personas con valores firmes, con un corazón enorme y con un deseo latente de desarrollo, superación y mejora de su calidad de vida. Les hablo de la etnia Yanomami, un grupo de hombres, mujeres y niños valientes que extraen de la tierra su alimento, guardianes de un legado cultural profundo y hermoso, pero sobre todo, capaces de robarle el corazón al foráneo que dedica un espacio de su vida para ayudarles a hacerse conscientes del gran valor social y humano que como etnia poseen.
No todo es color de rosa. Ciertamente, así como hay un baluarte cultural que custodiar, hay innumerables carencias que van desde aquello que a cualquiera le parecería imprescindible para vivir hasta aquello que le permite a una cultura crecer en el mundo tan cambiante, tecnológico y globalizado en el que vivimos. En otras palabras, el pueblo Yanomami tiene reales necesidades básicas (alimentación, vestido, higiene, enseres del hogar, entre otros) y verdaderas carencias sociales (salud, vivienda, empleo, educación, entre tantas) que le hacen permanecer al margen de un país que pareciera ignorar su existencia.
La misión Salesiana del Alto Orinoco ofrece a nuestros hermanos Yanomami un servicio social y educativo que les ayuda a abrirse un espacio digno en la sociedad venezolana sin dejar de lado sus riquezas culturales, a sentirse y hacerse sentir como ciudadanos de un país que les ama y les valora por lo que son, una educación que les transforma y les libera sin arrebatarles lo que les hace distintos y autónomos. Pero adicionalmente la misión salesiana le ofrece al pueblo Yanomami el anuncio de la Buena Nueva de Salvación: les comunica el evangelio, la noticia de Jesucristo y la esperanza de un reino sin límites temporales, un reino que se construye desde la fraternidad del “shabono” y que tiene su plenitud en la patria definitiva, un mensaje de justicia, de equidad y de amor.
Visitar cada comunidad, sentirme esperada, entrar a sus hogares y recostarme con ellos a la sombra, comer de sus frutos, escuchar sus problemas y necesidades, jugar con los niños mientras disfrutamos de un baño en el río o hacerme parte de su recreo, participar del catecumenado, preparar juntos la liturgia en su lengua, ofrecerles los recursos para las clases, revisar las tareas de los niños, sugerir estrategias a los maestros, dar una medicina para aliviar alguna dolencia, cargar cada recién nacido y ver las sonrisas de los más grandecitos cuando se acercaban a saludar, escuchar un grito con mi nombre en la puerta de la misión y que fuera algún joven orgulloso de llamarme amiga, ofrecer un poco de novedad a la cotidianidad en la que transcurren sus días, son algunas de las muchas oportunidades concretas y diarias que tuve de descubrir que soy una cristiana privilegiada, una consentida de Dios porque me dio el regalo más hermoso al que puede aspirar un ser humano: ser útil a su gente.
He aprendido mucho. Aprendí que muchas cosas que creí necesarias para vivir no son tan imprescindibles, descubrí que se puede construir fraternidad con gestos sencillos de cercanía y solidaridad, aprendí a amar profundamente mis raíces indígenas y apreciar la diversidad cultural que enriquece y da vida a mi país, aprendí que el lenguaje universal es el de la sonrisa, aprendí a disfrutar lo sencillo y sublime de un atardecer mientras el aire te reseca el rostro al viajar en “voladora”; aprendí a valorar la vida como un frágil y hermoso regalo de Dios.
Estar al servicio de una tarea como ésta además de ser un grandioso regalo de Dios, es también un reto constante y latente. En la Venezuela de hoy no es fácil llevar adelante semejante obra, se necesitan manos trabajadoras, se necesitan jóvenes valientes, urgen personas sensibles ante las necesidades de los hermanos, que anhelen DAR MÁS de sí mismos a aquellos que permanecen en el olvido de la ciudadanía común. Si tienes la inquietud de hacer de tu vida algo diferente, no lo dudes, deja el miedo, lánzate a esta aventura misionera, atrévete a ser testigo del amor del que nos soñó primero, arriésgate a SER MÁS, A DAR MÁS, A AMAR MÁS.
Annerys Guacache
Agosto 2016
La familia Salesiana ofrece, a quienes lo deseen, la oportunidad de hacer una experiencia de voluntariado laical acorde a sus necesidades personales, sociales y pastorales. En mi caso, he realizado una experiencia invaluable, una de esas que marcan la vida para siempre, una vivencia comunitaria de servicio a nuestros hermanos de la “periferia”, un voluntariado con sello Yanomami.
Pudiesen ustedes comenzar a imaginarse las maravillas naturales que desde el primer momento comencé a admirar: un río ancho y sereno capaz de simular un gran espejo que refleja el intenso azul del cielo y las escasas nubes que se forman en el firmamento del Amazonas; una densa selva que pinta de verde cualquier espacio de suelo al que dirijas la mirada y que provee frutos abundantes para alimentar la amplia y variada fauna que se aloja entre tantas ramas; un sol candente capaz de secar, en ocasiones, el amplio caudal del río Orinoco; un grandioso paisaje digno de reconocimiento universal, un pedazo de paraíso dentro de la frontera venezolana.
Lo que quizás no se imagina un ciudadano venezolano común es que tanta belleza no es más que el “empaque” que envuelve una realidad valiosísima. Adentrarse en la majestuosidad de nuestra selva es también descubrir la riqueza de una cultura que vive y crece allí, personas con valores firmes, con un corazón enorme y con un deseo latente de desarrollo, superación y mejora de su calidad de vida. Les hablo de la etnia Yanomami, un grupo de hombres, mujeres y niños valientes que extraen de la tierra su alimento, guardianes de un legado cultural profundo y hermoso, pero sobre todo, capaces de robarle el corazón al foráneo que dedica un espacio de su vida para ayudarles a hacerse conscientes del gran valor social y humano que como etnia poseen.
No todo es color de rosa. Ciertamente, así como hay un baluarte cultural que custodiar, hay innumerables carencias que van desde aquello que a cualquiera le parecería imprescindible para vivir hasta aquello que le permite a una cultura crecer en el mundo tan cambiante, tecnológico y globalizado en el que vivimos. En otras palabras, el pueblo Yanomami tiene reales necesidades básicas (alimentación, vestido, higiene, enseres del hogar, entre otros) y verdaderas carencias sociales (salud, vivienda, empleo, educación, entre tantas) que le hacen permanecer al margen de un país que pareciera ignorar su existencia.
La misión Salesiana del Alto Orinoco ofrece a nuestros hermanos Yanomami un servicio social y educativo que les ayuda a abrirse un espacio digno en la sociedad venezolana sin dejar de lado sus riquezas culturales, a sentirse y hacerse sentir como ciudadanos de un país que les ama y les valora por lo que son, una educación que les transforma y les libera sin arrebatarles lo que les hace distintos y autónomos. Pero adicionalmente la misión salesiana le ofrece al pueblo Yanomami el anuncio de la Buena Nueva de Salvación: les comunica el evangelio, la noticia de Jesucristo y la esperanza de un reino sin límites temporales, un reino que se construye desde la fraternidad del “shabono” y que tiene su plenitud en la patria definitiva, un mensaje de justicia, de equidad y de amor.
Visitar cada comunidad, sentirme esperada, entrar a sus hogares y recostarme con ellos a la sombra, comer de sus frutos, escuchar sus problemas y necesidades, jugar con los niños mientras disfrutamos de un baño en el río o hacerme parte de su recreo, participar del catecumenado, preparar juntos la liturgia en su lengua, ofrecerles los recursos para las clases, revisar las tareas de los niños, sugerir estrategias a los maestros, dar una medicina para aliviar alguna dolencia, cargar cada recién nacido y ver las sonrisas de los más grandecitos cuando se acercaban a saludar, escuchar un grito con mi nombre en la puerta de la misión y que fuera algún joven orgulloso de llamarme amiga, ofrecer un poco de novedad a la cotidianidad en la que transcurren sus días, son algunas de las muchas oportunidades concretas y diarias que tuve de descubrir que soy una cristiana privilegiada, una consentida de Dios porque me dio el regalo más hermoso al que puede aspirar un ser humano: ser útil a su gente.
He aprendido mucho. Aprendí que muchas cosas que creí necesarias para vivir no son tan imprescindibles, descubrí que se puede construir fraternidad con gestos sencillos de cercanía y solidaridad, aprendí a amar profundamente mis raíces indígenas y apreciar la diversidad cultural que enriquece y da vida a mi país, aprendí que el lenguaje universal es el de la sonrisa, aprendí a disfrutar lo sencillo y sublime de un atardecer mientras el aire te reseca el rostro al viajar en “voladora”; aprendí a valorar la vida como un frágil y hermoso regalo de Dios.
Estar al servicio de una tarea como ésta además de ser un grandioso regalo de Dios, es también un reto constante y latente. En la Venezuela de hoy no es fácil llevar adelante semejante obra, se necesitan manos trabajadoras, se necesitan jóvenes valientes, urgen personas sensibles ante las necesidades de los hermanos, que anhelen DAR MÁS de sí mismos a aquellos que permanecen en el olvido de la ciudadanía común. Si tienes la inquietud de hacer de tu vida algo diferente, no lo dudes, deja el miedo, lánzate a esta aventura misionera, atrévete a ser testigo del amor del que nos soñó primero, arriésgate a SER MÁS, A DAR MÁS, A AMAR MÁS.
Annerys Guacache
Agosto 2016
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